viernes, enero 04, 2008

Tertulia sobre San Glorio

En el mes de diciembre hubo una tertulia de políticos sobre el proyecto de San Glorio en la televisión de "El Diario de León". En la mesa estaban Eduardo Fernández, delegado territorial de la Junta en León (PP) , Inmaculada Larrauri procuradora por el partido socialista y Joaquín Otero (UPL).
Si os interesa podéis encontrarlo en:
Aviso: Políticos tirandose los trastos

3 comentarios:

Anónimo dijo...

lamentable, no se salva ninguno, quizá el de la upl por ingenuo

Unknown dijo...

gracias por el enlace. A ver que sueltan...

Anónimo dijo...

Hola Dondado, mil millones de perdones por la tardanza, pero lo prometido es deuda y allá va...

San Glorio y el oso (v):

Quiero puntualizar que no soy un científico ni lo pretendo, pero conozco el tema por afición personal y la pasión que siento hacia este animalote casi humanoide, anacoreta solitario y sin más ambición que la de ser dejado en paz, símbolo viviente de los últimos rincones salvajes de la península, y sobre todo, patrimonio cultural de la montaña cantábrica y tótem de nuestra cultura pastoril. Un icono desaprovechado de la montaña, que sería, sin su presencia mágica, un lugar más. La pérdida del oso para la Montaña de Riaño sería equiparable a la pérdida del Yeti para el Nepal o el monstruo del lago Ness para Escocia, con la diferencia de que aquellos no existen. Y reivindico como ciudadano de la montaña de Riaño mi derecho a que el oso siga llenando de magia nuestros bosques y valles; pero entiendo que con una estación con un perfil mucho más moderado y ceñida al alto del puerto, Valle de Naranco, y zona superior de Lechada, podría conseguirse el objetivo de conservar el oso, y a la vez, el de dar a la comarca el empujón que necesita para salir del estado lamentable y terminal en que se encuentra. Esta última afirmación necesitaría otro artículo, pero olvídenlo de momento y vamos a lo que nos ocupa.
Para entender los posibles impactos de San Glorio sobre la población Oriental de osos cantábricos conviene conocer grosso modo la geografía del núcleo oriental y la distribución del oso dentro de ella.

Casualmente, los extremos de la población oriental son dos estaciones de esquí: San Isidro y Alto Campoo. Entre ellas, y a ambos lados de la Cordillera, en una línea que uniría los puertos de Tarna, Panderruedas, San Glorio y Piedrasluengas, se encuentra uno de los sectores naturales mejor conservados de España; justo en el medio se ubicaría la estación.
Los osos del núcleo oriental están agrupados en dos sectores: el de la montaña palentina, que goza de relativa buena salud, y el de la montaña de Riaño, que pasó en precario el final de la década de los 90 y los principios del siglo XXI, llegando a reducirse a 3 osos, todos machos. Sin duda tuvo mucho que ver el forestalismo atroz que la junta aplicó sin compasión durante aquellos años, cuando un ejército de buldozzers y retroarañas tomó al asalto la montaña de Riaño. Ahora, acabado el dinero y el chollo, calladas las máquinas, el oso vuelve por sus antiguos solares, procedente de la montaña palentina. Este mismo año se le ha visto en Prioro; en Caminayo comiendo las colmenas de nuestra Begoñina; y en los sitios habituales que forman su casa en nuestra montaña: Hormas, Burón, Casasuertes, Valdeón y todos los grandes valles de Tierra de la Reina que vierten al Esla de Yuso. Pero es curioso, como si el animal quisiera posicionarse, la mayor cantidad de avistamientos (hay hasta algún vídeo) en los últimos años ha tenido lugar en las hoces de Llánaves, Valle de Naranco, y Lechada en su zona baja. En la parte santanderina, en los barrancos que caen de Peña Prieta a Ledantes, una osa tozuda se ha empeñado varias temporadas en criar a su prole exactamente en el sector donde nuestros amigos de 3 provincias tienen prevista la entrada santaderina de la estación. La función principal del sector de Peña Prieta se supone que es de corredor entre los bosques de Riaño y los de La Pernía, pero que nadie se equivoque, un oso puede pasar el año entero sin salir de los valles de Lechada y Naranco. En agosto a los arándanos, en septiembre al escuernacabras, en otoño suele estar en zonas con más bosque pero en el mismo sector está la mata de Lechada, con lo que en un año con bellota, una osa podría criar la prole sin moverse de los 2 valles. Ignoro si hay oseras en alguno de los dos, quizá estén demasiado altos para los gustos del oso, pero seguramente las hubo en épocas más boyantes para el plantígrado. Desde luego el relieve del terreno y el tipo de roca es ideal para ello. Suponiendo que el oso hiberne en un invierno como el actual, lo que es muchísimo suponer, saldría de la osera a principios de marzo, y en inviernos crudos se empezaría alimentando de venados y rebecos muertos en las nevadas. Si el invierno no fuera malo, paradójicamente, le tendremos esquelético y pastando las primeras hierbas en prados muy altos, entre escobales, y a partir de abril el oso se arregla bien hasta julio con las plantas que crecen a la vera de la multitud de arroyones que caen de la Sierra de Orpiñas a los dos valles que separa: Naranco y Lechada; con lo que nos metemos de nuevo en agosto. Este sería grosso modo el perfil de comportamiento de un oso que anduviese por el sector, y de hecho, en estos años pasados, esa osa que parió a la prole en la parte santanderina de la estación, les crió sin salir casi de valle Naranco. Al año siguiente los hermanos solos se quedaron pasando el año entre Lechada, Naranco y las hoces de Llánaves, y todavía un hermano pasó el año siguiente sin apenas salir del sector. Eso es un hábitat de alta calidad. Le falta bosque, vale, pero no todo es bosque en la vida del oso, y además, hay bosques cercanos (Portilla, Cosgaya, Ledantes) a los que acude si le falta alimento donde está. El oso se mueve siempre por dos motivaciones: alimento y tranquilidad. Cuanto más alimento y más tranquilidad, más calidad tiene el hábitat. Incluso en el sexo ama la tranquilidad, y Purroy, por ejemplo, nos cuenta en “el oso en León” de un mes de Junio en que Salsero y El Rubio andaban a ostia limpia por una bella osita allá por encima de los pinares de Orpiñas (ja, ja, como amo a este animal). Ese modelo de comportamiento es ampliable a todo el ámbito de la estación pues en la parte palentina la oferta alimenticia es la misma, con los bosques quizá un poco más lejos.
En este cuadro nos falta hoy en día uno de los recursos alimenticios históricos de la montaña tanto palentina como leonesa para el oso: el ganado trashumante. El oso se dedicaba intensamente a los rebaños, sobre todo a finales de agosto y septiembre, cuando intuía que la despensa se marchaba. Las historias que pueden contar los pastores de Prioro de sus encontronazos nocturnos con el oso en los puertos de Portilla y Cardaño son infinitas; llevándose sólo la oveja que iba a comer, entre ladridos de mastines y gritos de pastor a los que no hacía ni puñetero caso. Pero en fin, eso desgraciadamente ya es historia. En los 70, por cierto, llegó la estricnina a los puertos y ayudó mucho a poner al oso en la bancarrota actual. Conozco a uno de mi pueblo que pasó 10 veranos en Mazobres y mató con “los polvos de la tía María” más osos de los que hoy quedan en el sector oriental. Y de acuerdo, hay que ponerse en la situación en la que vivía aquella gente, pero me escojono de risa cada vez que oigo eso de que “si esto se conserva así es gracias a nosotros”. ¿Gracias a ?; ¿o a pesar de?, pregunto yo.






Suponiendo que la estación planteada no sufra ninguna ampliación posterior (cosa que me parece imposible) debemos dividir de nuevo los impactos en directos (los producidos en el área de la estación) e indirectos (los producidos en sus alrededores).
Vamos primero con los directos, suponiendo la estación que se plantea con 3 entradas seguras: la de Naranco, la de Lechada y la de Cardaño; y una posible: la de Santander.
Lo primero sería clarificar cual es el área directa de impacto de la estación. Al dominio esquiable directo hay que añadir las carreteras, desde su arranque hasta ese final de aparcamientos aberrantes que se plantean. Al ser carreteras paralelas al eje de los valles, y que llegan desde su principio hasta su final, debemos concluir ni más ni menos que se ocupa el valle de Naranco más el alto del puerto, en su totalidad, el valle de Lechada en su totalidad, y el valle alto de Cardaño en su totalidad; unas 3500 hectáreas. O sea, una barbaridad. Alguno dirá “pero el oso puede seguir en los valles laterales, porque sólo se ocupa el fondo del valle, los aparcamientos, las zonas de remontes y las zonas esquiables”; no lo veo así. Es impensable que un oso pueda estar tan tranquilo, pongamos por caso, en el Abiércol (valle lateral de Lechada), mientras pasan muy cerca decenas de coches, y esquían un poco más allá miles de personas, probablemente con Bisbal sonando a tope. Perdido el factor tranquilidad, lo que antes era un hábitat de alta calidad se convierte en un hábitat de baja calidad, y no hablamos de un trocito precisamente.
Eso no quiere decir que el oso no vuelva a aparecer nunca por la zona, pero la Sierra de Orpiñas, por ejemplo (hábitat de alta calidad), quedará encerrada en un cinturón de asfalto y acero. Hacia el oeste la carretera de Portilla a Llánaves, que habrá que mejorar y ensanchar para que pueda asumir el aumento sustancial de tráfico (más barreras para el oso) que provocará la afluencia de gente a la estación; hacia el sur la carretera que llevará coches y personas al corazón del valle de Lechada; hacia el Norte la carretera que hará lo mismo entre Llánaves y el Valle de Naranco; y hacia el este el remonte que suba de un valle a otro por el Boquerón de Bobias. Lo que ahora mismo es rectángulo virgen por 3 lados, pasará de golpe a ser un rectángulo rodeado de asfalto y acero por los 4 lados. Automáticamente una porción enorme de hábitat de alta calidad se transforma en hábitat de baja, o como mucho, mediana calidad. Por lo tanto será evitado por el oso en la medida de lo posible, siempre que haya mejores opciones. No sólo durante la temporada que dure el esquí (noviembre a junio según los promotores), en la que es previsible que el cambio climático provoque que el oso cada vez hiberne menos, probablemente también el resto del año. En primer lugar por el aprendizaje del oso que le llevará por querencia y rutina a evitar la zona, y en segundo lugar, y más importante, porque no hay nadie en España que se crea que las infraestructuras de la estación no se van a utilizar también en verano. La empresa ya ha dicho bien claro que quieren un “resort” que funcione todo el año. De hecho, su primera idea era utilizar en verano los remontes, hasta que alguien les dijo que por favor ni lo mentaran. Ahora dicen que no lo van a hacer, pero lo intentarán en cuando las condiciones sean propicias. Otro tema son las carreteras, de acceso a los 3 valles. Es simplemente imposible evitar que todo dios entre allí en coche en cualquier época del año. Aquí una valla cerrada no dura 3 días. Al menos yo no la conozco.

Eso en cuanto a la estancia directa del oso en la zona. En cuanto al paso, está claro que el oso elegirá opciones con menos barullo para transitar de Riaño a Lebanza, pero suponiendo que se haga lo de Santander, los pasos por el norte se le complicarían muchísimo gran parte del año, y en el sur le quedaría sólo Valponguero y Valverde hacia Cardaño de Abajo, que como veremos al analizar la parte palentina también se le complicaría muchísimo más todavía.
Eso es lo que se conseguirá poniendo esa estación descomunal en mitad del sector oriental, dividir casi en dos el sector, por un lado los bosques de Palencia, por otro los de Riaño, en medio la estación. Evidentemente, no sería imposible que pasara el oso, pero al ser molesto el tránsito por el sector para él, seguro que optará por moverse menos (menos capacidad de expansión para la población, más endogamia, más osos concentrados en menos terreno, menos recursos, más probabilidades de machos depredando crías), y de hacerlo, elegirá direcciones que le sacarán fuera de las áreas protegidas (más peligro de ser furtiveado).
Hasta aquí los impactos directos, pero vamos con los indirectos, donde cobra especial importancia la parte palentina.