viernes, febrero 22, 2008

San Glorio y el Oso. Parte I

Prioro,uno de los comentaristas más activos del blog ha dejado unas cuántas reflexiones sobre el impacto que la estación de esquí proyectada tendría sobre el Oso Pardo. En algunas cosas no coincido con él pero la exposición me ha parecido interesante así que aquí os la dejo en forma de posts, lo voy a partir en 5 porque algunos son un poco largos como para hacer un único post con todos:

SAN GLORIO Y EL OSO (I)
Lo primero que se debe matizar en realidad es cuál es el verdadero sentido de conservar el oso, algo que los opositores a San Glorio han olvidado siempre, o al menos no han sabido explicar.
El oso es un animal con unos requerimientos altísimos en cuanto a la calidad del hábitat, los más altos con enorme diferencia (haciendo la salvedad del urogallo) sobre ninguna otra especie que habite la Península Ibérica; incluyendo a otras en peligro de extinción como puedan ser el lince o el águila imperial. Es absolutamente impensable un oso habitando las marismas de Doñana, o las dehesas extremeñas. Es igualmente impensable la visión de un oso colonizando el sur del Duero o el País Vasco, como está pasando ya con el lobo; especie que simboliza para el movimiento ecologista español (penosamente lleno de clichés) la esencia de lo salvaje.
El oso es por lo tanto, el animal que va ligado en España a los últimos lugares salvajes y vírgenes, entendiendo salvaje y virgen con todas las cautelas y en el contexto de un país del sur de Europa Occidental en el siglo XXI con un alto desarrollo demográfico, tecnológico, económico, etc; y que ha estado poblado por humanos desde el paleolítico desde el primero al último de sus rincones. Evidentemente ni Somiedo, ni Riaño, ni Cangas del Narcea, ni Muniellos, ni los bosques de la Abadía de Lebanza son Alaska, ni Kamchatka, ni el Altai. Pero son lo más parecido que nos queda en España a esos espacios no alterados por la tecnología del siglo XX. Los poquísimos rincones sin domesticar que quedan en esta España nuestra tienen en el barro de su suelo las huellas del oso pardo.

Es cierto que sobre todo en puntos del occidente y centro de Asturias el oso es capaz de manejarse en medio de un paisaje muy humanizado, pero lo hace siempre utilizando selectivamente fragmentos de hábitat de alto valor natural, lugares que por su pendiente y su vegetación son muchas veces intransitables. Creo en definitiva, que con todos los matices que se puedan hacer, el oso va incuestionablemente ligado en España (Pirineos y Cordillera Cantábrica) a los últimos rincones de algo parecido a salvaje que quedan en este país.

La importancia de la defensa de esos rincones se hizo evidente para el hombre moderno cuando se declaró en Estados Unidos el primer Parque Nacional de la historia y se ha ampliado no sólo a rincones naturales y paisajes, sino también a edificios, restos históricos, culturales, etc, que no hubiesen sido transformados por métodos posteriores a la revolución industrial. Esa es la labor que lleva a cabo, por ejemplo, el NATIONAL TRUST en Inglaterra (uno de los países más transformados del mundo por ser el que hizo la Revolución industrial)

La defensa del WILDERNESS (así acuñaron los británicos el concepto de lo no alterado o lo no excesivamente alterado) es lo que hay en el transfondo de San Glorio. Y es un lujo que un país verdaderamente desarrollado puede y debe permitirse, por supuesto, siempre y cuando la protección de ese WILDERNESS no se haga a costa del bienestar de los habitantes del entorno. Esto abre un debate casi epistemológico; por eso el tema de San Glorio se escapa, por profundo y diverso, a la mayoría de los análisis estúpidos y simplistas que de él se hacen. Y la permanencia de esos lugares con un nivel de alteración lo menor posible es un signo de cultura, bienestar y calidad de vida de una sociedad verdaderamente desarrollada. Desgraciadamente es una de esas cosas que o se entienden por intuición y cultura general, o no pueden explicarse, pero cualquier persona inteligente y con un mínimo de visión de futuro puede entender que lo ideal, en un país en el que una ardilla podrá en 20 años pasar de tejado en tejado desde Tarifa al Cabo Peñas, sería que el macizo de Peña Prieta permaneciese como está para disfrute de las generaciones futuras, y que al mismo tiempo, los habitantes de su entorno pudiesen disfrutar de una calidad de vida equiparable a la del resto de los españoles.
La guerra que hay planteada en San Glorio no es una guerra para salvar al oso pardo. Biológicamente es el más prescindible de todos los animales que habitan España, ya que nadie se come al oso y este tampoco es un gran depredador que mantenga a raya a otras especies, y poblacionalmente la especie goza a nivel planetario de una excelente salud.
La guerra de San Glorio es una pelea mal explicada del verde contra el gris, de la hierba contra el acero, del tapín natural contra el hormigón. El oso sólo es un instrumento en esa lucha porque es el símbolo (especie bandera) de lo que se pretende proteger: uno de los últimos rincones naturales de España. Y porque sus requerimientos en cuanto a la calidad del hábitat son tan altos, que al proteger al oso se protege el lugar donde vive y muchas otras especies que le acompañan con requerimientos de hábitat más moderados (especie paraguas).
Cuando estamos hablando de meter ese aparato descomunal de remontes y cañones de nieve (acero) y carreteras, aparcamientos y edificios (hormigón) en el corazón del trozo de naturaleza más parecido a virgen, con permiso de la isla de Muniellos, que queda en España, el oso se convierte en un mero instrumento para alcanzar un fin, no en un fin en sí mismo.

Artículo dejado como comentario por Prioro
Continua en San Glorio y el Oso Parte II

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1 comentario:

Dondado dijo...

Hasta aquí muy de acuerdo, el Oso es una bandera. Cuando los proteccionistas hablan de San Glorio suelen salir a relucir el oso y el Urogallo, que en realidad son sólo dos especies, una de ellas con un futuro muy incierto y la otra podríamos decir ya que sin futuro. El oso es un símbolo que sirve para que todo el mundo entienda lo que se puede perder pero en realidad son muchas cosas más y posiblemente más importantes desde el punto de vista ambiental las que se pueden perder si se impone el mero progreso económico inmediato a la defensa del medio ambiente y al progreso más lento que requiere la explotación racional de esos recursos.